La violencia, tomada como fenómeno social, es casi infinita en sus manifestaciones. Podemos incluir en el concepto desde el simple insulto verbal hasta la guerra y las más atroces masacres, como la última sucedida en Tumeremo. En una sociedad, como la venezolana, que no se encuentra en estado de guerra se da una inmensa variedad de actos violentos tales como, dejando de lado los menos dañinos, robos, secuestros, agresiones con saldo de heridos y muchos más. Sin embargo, cuando se trata de calibrar el estado de la violencia en un momento determinado de la vida de una comunidad nacional, se recurre a estudiar la cantidad y la calidad de los homicidios por distintas razones entre la cuales hay que considerar dos principalmente. Una, que estudiando la situación de la violencia interpersonal en su manifestación extrema, el asesinato, se puede tener una apreciación bastante objetiva de la inseguridad reinante en la vida cotidiana de los ciudadanos, pues normalmente los actos violentos de menor peligrosidad son mucho más abundantes que los homicidios y su número se correlaciona con el de éstos de modo que a más homicidios, más delitos menores.