miércoles, 11 de julio de 2018

Pedro Rivas Vetencourt: “Quien puede pagar puede acceder a un trasplante de órganos” - Hugo Prieto

A raíz de una consulta con un familiar del torero Curro Girón, cuya vida fue cegada por una afección hepática, Pedro Rivas Vetencourt, médico especializado en trasplantes de hígado, advirtió que faltaba una pieza en el tratamiento de esta dolencia en Venezuela. “Y esa pieza era el trasplante de hígado”, un procedimiento quirúrgico que se inició en los años 60, en la ciudad de Pittsburgh, Estados Unidos, de la mano de un cirujano fantástico: Thomas Starzl. Siguiendo la pista de estos logros de la medicina, Vetencourt culminó su formación académica primero en Chicago y luego en Pittsburgh.
A su regreso a Venezuela, en el hospital Vargas, Rivas Vetencourt realiza su primer trasplante de hígado, en 1992. Ahí comienza a confrontarse con la complejidad que implicaba el proyecto de vida que había elegido: “El trasplante no es una actividad médica más; es una actividad social, económica, religiosa, política y médica”. No es el acto que se realiza en la sala de operaciones, sino todo lo que le precede. ¿Quién lo costea? ¿Quién lo rige y bajo cuál ley? ¿Cómo es el tema de la propiedad de un órgano humano, que es muy diferente a una prótesis, a una rodilla de titanio, por ejemplo?
Estas interrogantes sin respuestas contribuyeron al fracaso de la experiencia del Hospital Vargas desarrollada entre 1992 y 1996. Pero a este traspié le siguió la Fundación de la ONTV (Organización Nacional del Trasplante de Venezuela), donde finalmente encajan todas las piezas del rompecabezas: el sistema de procura de órganos y de donaciones, entre otras cosas.
Rivas Vetencourt se reunió con los dos últimos ministros de Sanidad de la IV República, pero su propuesta no tuvo eco en las esferas del segundo gobierno de Rafael Caldera. Las cosas cambiaron durante el gobierno del expresidente Hugo Chávez. Fue una etapa de florecimiento que, sin embargo, y por celos profesionales e incompetencia, se extinguió por completo en el primer año y medio del gobierno de Nicolás Maduro. Lo mejor de esta experiencia sobrevive bajo el paraguas de una institución privada y sin duda, tal como lo expresa Rivas Vetencourt, será el punto de partida para restablecer el acceso con equidad al trasplante de órganos en el país.
¿Podría suministrar algunas cifras sobre trasplantes de órganos en Venezuela?
El primer trasplante en Venezuela se hizo en 1967, en Maracaibo, fue un trasplante de riñón. Entre 1967 y 1997, es decir, en un lapso de 30 años, se realizaron alrededor de 3.000 trasplantes, pero entre 1997 y 2014, año en que la ONTV dejó la producción, el número de trasplantes fue de 3.252. Esto es, el 52% del total histórico. Nosotros aceleramos el proceso de esta actividad de forma sustantiva.
¿Qué fue lo que ocurrió en el año 2014?
Chávez muere en 2013, Nicolás Maduro se convierte en presidente y nombra a Francisco Armada como ministro de Sanidad. Armada me cita a su despacho y me dice: Pedro, te voy a pedir que me entregues la ONTV porque tú tienes 16 años haciendo esto. ¿Qué es lo que estaba haciendo? Aplicando un programa que aprobó el exministro Rodríguez Ochoa, luego de presentarle un estudio de economía de la salud, en el que se demostraba, entre otras cosas, que para el gobierno era más eficiente hacer la inversión en trasplante que tratar ciertas enfermedades hepáticas. Ese estudio se lo presentamos al exministro Rodríguez Ochoa, quien me dijo luego de escuchar mi presentación: Mira, yo no sé nada de trasplantes, pero el cuento que tú me estás echando tiene todo el sentido del mundo. Dime, ¿qué tengo que hacer? Le llevé una propuesta que fue sometida a consultoría jurídica y posteriormente se publicó en Gaceta Oficial.
¿Qué elementos se conjugaron en esa propuesta?
Cuatro cosas, incluida una ONG, cuya misión era crear campañas de sensibilización en todo el país, además de traer al personal encargado de la procura de órganos (el coordinador hospitalario), que es el modelo español incorporado a Venezuela. Rodríguez Ochoa aceptó que el Estado me diera recursos financieros para que el sistema de procura de órganos funcionase, siempre bajo supervisión y monitoreo. También aceptó que si yo tenía un paciente de bajos recursos en lista de espera, el gobierno iba a dar los recursos para que se trasplantase. De riñón, de corazón, de hígado, de córnea, de lo que se necesitase. Eso fue un esquema de trabajo novedoso como nunca se logró en Venezuela y se publicó en Gaceta Oficial en marzo de 2001.
¿Eso se llevó a la práctica?
Sí, absolutamente.
Es más de una década. ¿En ese lapso es que se registra el aumento significativo de los trasplantes en Venezuela?
Sí, y esa es la razón detrás del éxito de esta experiencia. ¿Por qué? Porque había una estructura privada, autorizada, supervisada y financiada por el Estado, que es el único que puede asumir esta inversión. ¿Por qué la seguridad social funciona en España? Ah, porque Franco la creó y es la que cubre a los españoles, no fue Rajoy, eso viene de la época de la que a ellos no les gusta hablar. Pero funciona. Nosotros, en micro, pudimos demostrarle al Estado que si esto se maneja con el rigor del caso, el resultado es satisfactorio para la sociedad en su conjunto.   
¿Qué fue lo que pasó?
Armada decidió que ellos querían manejar esto. La ONTV se transfirió en 2013 y la persona encargada en el ministerio, que tenía una experiencia de más de 30 años, fue sustituida. Pasó lo que ocurre cuando se hacen estos manejos políticos. Pusieron a una médico que no tenía ninguna experiencia y en mayo de 2017 el sistema lo cerraron. Actualmente en Venezuela no hay procura de órganos de cadáveres.
Si esto era una revolución dentro de la medicina en Venezuela, ¿por qué no se continuó?
A mí juicio, porque la ONTV era una estructura básicamente privada. En una ocasión me reuní con el funcionario de la Defensoría del Pueblo encargado de la salud para explicarle lo que te estoy diciendo a ti. En un momento me interrumpió para hacerme una pregunta. Doctor, ¿usted no se da cuenta que está haciendo una labor que le corresponde al Estado? Sí, la estoy haciendo porque el Estado la está delegando en mí. ¿Qué ocurre? Es más fácil que tú delegues en un equipo de personas que tienen el interés y el conocimiento a que trates de montar una estructura dentro de un elefante burocrático que es el ministerio. Bueno, pusieron a una médico que no tenía ninguna experiencia, ninguna experticia, y le tomó año y medio destruirla.
Resulta increíble que por un sesgo ideológico, esa manía de que el Estado dice, hace y deshace todo, se haya liquidado esa experiencia.
Te confieso que no sé cuál fue el motor detrás de la decisión de Francisco Armada. Él me conocía, porque fue viceministro en 2005, año en que hubo crecimiento. Este, al igual que en el tema VIH, fue un programa extraordinario del ministerio, como lo fue en el pasado el programa de paludismo. Fueron programas que tuvieron mucho éxito, algunos con componentes internos y otros con componentes externos. Lo que habría que entender es que allí hay una oportunidad que le sirve… ¿a quién? A quien le tiene que servir, que es al paciente, a la sociedad en su conjunto.
¿No será que había una oportunidad para ponerle la mano a unos recursos?
No lo creo, me inclino a pensar que era más un tema de celos y de protagonismo. Esto lo voy a hacer yo ahora. En esta actividad no había involucradas grandes sumas de dinero.  
Me imagino que los pacientes que esperan un trasplante siguen en aumento y si ponemos sobre la mesa el crecimiento vegetativo de la población, la fotografía puede ser reveladora y a la vez inquietante. ¿Cuál es la situación de esas personas?
Me voy a referir al área que me compete (el trasplante de hígado), aunque la situación podría extrapolarse al trasplante de riñón. Aunado a lo que acabo de decir, tenemos que recordar que la crisis hospitalaria se ha ido exacerbando cada vez más y más y más hasta llegar a paralizaciones en la estructura pública. ¿Qué ha pasado? Que los centros de trasplante que existen en funcionamiento son de carácter privado y la gente tiene que pagar para acceder a esos servicios. De alguna manera, entre comillas, se ha “privatizado” esta actividad. Quien puede pagar puede acceder a un trasplante. Y también se ha restringido a una sola opción, que es válida y está contemplada en la ley, que es el trasplante a partir de un donante vivo (un pariente compatible hasta el cuarto grado de consanguinidad). Regresamos al esquema que logramos desmontar con la gaceta de 2001, en la cual se eliminó la discriminación económica. La diferencia no la hacían los recursos, sino si tú tenías más tiempo que yo en la lista de espera.  
Tomando en cuenta que “quien puede pagar puede acceder a un trasplante”, ¿cuál sería el monto del que estamos hablando?
Como el bolívar de hoy no es el bolívar de mañana, te puedo decir, en líneas generales, que un trasplante de riñón puede variar entre 15.000 y 20.000 dólares y un trasplante de hígado puede variar entre 60.000 y 100.000 dólares. En Bogotá, por ejemplo, el precio referencial para un trasplante de riñón es de 200.000 a 250.000 dólares y el costo referencial de un trasplante de hígado en Miami o en cualquier ciudad de Estados Unidos arranca en 400.000 dólares y puede llegar a un millón de dólares. Son estructuras costosas, porque el trasplante de hígado es la cirugía más compleja de la medicina moderna.
Obviamente, la única opción vigente funciona como un filtro y restringe la posibilidad de acceder a un trasplante, además va en contra del predicamento del gobierno, cuya bandera es la equidad y el acceso universal a la medicina. Igualmente, marca un giro con relación a lo que se hizo durante el gobierno del expresidente Chávez. ¿Adónde vamos entonces?
Por pura casualidad, este año el Día Mundial del Trasplante de Riñón coincidió con el Día Internacional de la Mujer (jueves 8 de marzo). Ese día celebramos los 20 años de la ONTV. La posición de todos los que estamos en el área de trasplante es rescatar el acceso igualitario, es rescatar el sistema de procura de órganos y eso lo podemos lograr porque existe un personal médico capacitado. Eso fue lo que hicimos a lo largo de dos décadas. ¿Hacia dónde va esto? Cambiando las reglas de juego del país, vamos a retomar los éxitos, claros, numéricos, que Venezuela demostró en el pasado reciente, a nivel de rango de Latinoamérica. De eso no me quedan dudas. De hecho, mi equipo está enfocado en ver de qué manera seguimos brindando asistencia a personas de bajos recursos —especialmente niños—, a través de estructuras de financiamientos (crowdfunding) que cuentan con el apoyo de venezolanos que viven en el exterior. De manera que eliminemos que sea el sesgo económico la razón por la cual una persona no pueda llegar a una mesa operatoria.
En Venezuela se han ido cerca de 23.000 médicos. Realmente, y no puedo decirlo de otra manera, me cuesta mucho creer que podamos retomar los niveles de atención que alguna vez exhibió este país.
No he dicho que la recuperación sea rápida, ni creo que podamos retomar, por ejemplo, los 15 programas de trasplante de riñón que teníamos en diversos hospitales públicos. Pero aún tenemos el personal para reabrir al menos dos centros y a partir de allí sembrar nuevamente, siguiendo una ruta más breve, porque hay un camino de aprendizaje que ya hemos recorrido. Alcanzar los niveles que teníamos nos va a tomar tiempo.
Podría decir que nos acercamos a la conclusión que han expuesto otros expertos: economista, profesionales que han gerenciado servicios públicos, politólogos que conocen a fondo la institucionalidad del país: la recuperación sólo es posible si se produce el cambio político.  
Totalmente, totalmente. Mientras nos mantengamos bajo la estructura actual, que niega la escasez de medicamentos, no nos vamos a recuperar. Pero hay ciertas cosas a las cuales tenemos que darle el debido reconocimiento. Venezuela es uno de los pocos países de Latinoamérica, y no sé si el único, donde las drogas y medicamentos que tomaron nuestros pacientes eran gratuitas y de por vida. Pero además eran las drogas madres. Es decir, las más costosas. Eso sólo sucedió en Venezuela durante muchísimos años. Hay una serie de realidades que formaron parte del sistema de salud y eso hay que reconocerlo. Fue un gran beneficio para la sociedad toda y nosotros tenemos que refundar ese camino. Ahora, que no reconozcas que en la actualidad hay una escasez de inmunosupresores, como lo hizo Carlos Rotondaro (expresidente del IVSS), eso es algo inmoral. ¿Qué no los hay en forma absoluta? Eso tampoco es verdad. Hay momentos en que la falta es muy grave. Entonces, hay como unos grises en cada una de las áreas.

Hasta donde entiendo, los tratamientos médicos no son intermitentes. Se indican en función de un diagnóstico y de unos lapsos. Si el tratamiento no está disponible y el lapso no se cumple, usted está condenado a una muerte anticipada.

Vamos a un ejemplo latinoamericano, al caso de Perú. ¿Para qué se realiza el trasplante? Para que estés sano, ¿verdad? ¿Y para qué más? Para que te reincorpores al mercado de trabajo. Entonces, te cubro durante un año para que en ese lapso tomes la previsión de comprar tus drogas (inmunosupresores), ah, pero si yo entiendo que eso es una responsabilidad del Estado, no voy a tomar esa previsión. Ahí es donde quiero introducir el tema de que hay un aprendizaje: nosotros tenemos que entender que si yo hago el trasplante es para que el niño regrese a la escolaridad, es para que el adulto regrese al trabajo y genere independencia económica y no sea un dependiente del Estado. No es un tema exclusivamente venezolano. En Estados Unidos, cuando el expresidente Carter introduce la diálisis pagada por seguros del gobierno, había 200.000 personas que se dializaban. ¿Sabes cuántas personas habían en lista de espera para un trasplante de riñón? Menos del 10%. ¿Por qué? Porque si tú te trasplantabas, al año se extinguía la cobertura del seguro y tenías que procurarte tu droga inmunosupresora. Mucha gente decía: No, yo prefiero dializarme y que el gobierno me dé un pago por reposo, así no vuelvo a trabajar. Entonces, es un tema de cómo la gente registra lo que el Estado le está dando. La gente tiene que entender que está asumiendo un compromiso que, de alguna manera, va a quedar de su lado.
¿Actualmente se están realizando trasplantes en Venezuela?
Sí, pero con las restricciones que mencioné anteriormente. (Quien puede pagar puede acceder a un trasplante).
¿Qué pasó con el legado de Chávez, al menos en este tema? ¿No es claro que Maduro lo destruyó?
Destruido totalmente. Pero quiero decir lo siguiente. Yo me reuní con los últimos dos ministros de la IV República y jamás obtuve apoyo de ellos. Fue Rodríguez Ochoa, el primer ministro de Salud de Chávez —además de un grupo numeroso de médicos, entre los cuáles me cuento—, cuyas decisiones políticas gestaron el crecimiento, el cambio y los récords históricos. Pero cuando Maduro decide en boca de Armada crear una fundación que se llama Fundavene (Fundación Venezolana de Donaciones y Trasplantes de Órganos, Tejidos y Células) y transferirle todas las actividades que se publicaron en la Gaceta Oficial de 2001, bueno, le tomó a esa fundación año y medio para acabar con esta actividad.
¿Qué pasa con las personas que aún teniendo los recursos no tiene un familiar compatible para el trasplante?
No pueden acceder a esa opción terapéutica. Regresamos al comienzo, al momento en que atendí al familiar de Curro Girón en mi consultorio.
¿Los pacientes están condenados a una muerte anticipada?
En el trasplante hay unos conceptos que hay que entender. Uno, muerte en lista de espera. Dos, muerte postrasplante. Tres, éxito del trasplante. No todos se salvan. Tienes el caso de Steve Jobs, quien no murió por un problema de flujo de caja, precisamente, sino por una enfermedad hepática incontrolable. O el caso del escritor Roberto Bolaño, que murió esperando la donación de un hígado compatible. ¿Qué vamos a ver? El crecimiento de muertes en lista de espera, porque los pacientes no van a tener acceso a la opción terapéutica. Así como hemos visto un aumento en la tasa de mortalidad infantil, por ejemplo. Es algo muy injusto para la sociedad.
¿Y algo similar podría decirse en los casos de trasplante de otros órganos?
En Venezuela hubo años en que se hicieron 400 trasplantes de riñón, actualmente llegaremos a 50 casos. Sigue habiendo una actividad disminuida, porque el paciente tiene que pagar por la opción terapéutica y por sus inmunosupresores.
¿Cuál es la perspectiva que usted visualiza en el futuro?
La posibilidad real de que retomemos lo que pudimos construir, tenemos elementos para hacerlo. ¿Qué tenemos actualmente que no teníamos antes?: Un acuerdo con la Universidad Central de Venezuela para formar y certificar personal. Eso no lo teníamos y para mí un certificado firmado por la rectora (Cecilia García Arocha) tiene mucho valor. Tenemos, además, un acuerdo con un socio educativo de primer nivel, que es el Hospital de Columbia Presbiteriano de Nueva York, un centro que nos acompaña en todo el proceso de formación.

POR Hugo Prieto

Fotografías de Ernesto Costa
18/03/2018

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